Cuatro cuentos italianosFlash, 2013.

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La dignidad de un hombre es más importante que la serenidad de una ciudad. Como una madre posesiva, calculadora y fría con el caudal de sus afectos, Venecia me había atado a aquel vaivén de sus mareas. Como una madre cae enferma al ver partir a su retoño, un poco por amor a él, y otro poco por amor a aquel amor que los ha unido, así enfermó Venecia cuando vio partir mis barcos. Pero yo nunca abandoné Venecia, nunca estuve en Venecia quizá. Nunca fui la piedra que se hunde hasta formar parte del fondo turbio en los cimientos corrompidos de esta ciudad. Fui solo el copo de espuma que voló tan alto como las gaviotas y se posó sobre el Rialto para ver los cobres en el cielo de un ocaso siempre insuficiente.

 

Darwin en las GalápagosDVD ediciones, 2008

LOS CIELOS

Silencio es el rumor que dócil en la luz se invierte. Es lo que calla. Es lo que vuela. Lo inmóvil de la gravidez que a todo lastra. Lo que en contemplación se sabe detenido al fin, se sobrevuela. Más cierto que la luz y más celeste, sumido en esa música sin aire de los cielos, sin tiempo que el espacio no apague en lo que estrena, en lo que apenas toca y ya es desheredado en breve usura por la luz. Por el silencio antes de ser la voz, el pájaro. 

darwin

Viaje al ojo de un caballo. Veinte días en Mongolia

Artemisa, 2007

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7 DE JULIO. 06:00 horas. Los caballos se recortan contra el perfil de la neblina y la serrezuela al fondo es como un reflejo suyo bajo el cielo cubierto de nubes. El despertar del mundo es así, fue así, tenía que ser así. El hombre se pregunta qué hace aquí, en esta inmensidad que sólo otros más aguerridos parecen atreverse a conocer. Cuando viajamos en grupo al extranjero, no salimos nunca de esa burbuja o placenta de familiaridad que constituyen el idioma y la cultura. A veces, nos reímos con nuestros compatriotas de los hábitos más chocantes en el país que visitamos, aquellos que más se alejan, aparentemente, de nuestra rutina; y esta puesta en solfa no funciona sino como un precinto o freno para no caer en lo desconocido. Ese es el desasosiego que embarga cuando se viaja solo, el no hacer pie que llena la cabeza de preguntas resumidas en una: qué hago aquí.

 

            El blog que tuve con este título.

El poema en prosa en los años setenta en España

UNED, 2005

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Además, el poema en prosa, frente a la columna que convencionalmente es el verso, y que a lo sumo llega a hacer estallar el discurso gracias a dislocaciones varias sobre la página, no menos convencionales por más atrevidas, propone su cuerpo textual con honestidad y suficiencia en el horizonte del papel en blanco, dando lugar a un efecto semiótico de fuerza indudable: su cabal lectura como símbolo, no únicamente le da profundidad, fondo de connotación significativa, sino que lo iconiza. Casi me atrevería a decir que, ante la exigua compacidad que ofrece un libro de versos hojeado a vuela página, un ejército diseminado por el campo de batalla, la secuencia de la mirada en recintos sucesivos que procura un libro de poemas en prosa, como diversas estaciones por las que va vagando el ojo en su periplo, ofrece una riqueza semiótica a primera vista más aprovechable en una época como la nuestra, en la que todo recurso o parapeto es poco para luchar contra ese enemigo que venciendo hace la Historia. Por supuesto, de lo que se trata es de leer el libro. Y entonces, el poema se presenta recogido en la parte superior de la página, como un cuerpo sobreviviente que sube a la superficie tras el naufragio: su huella es ahí su propia pervivencia, y el blanco sobre el que se enarbola, un océano de silencio al que vence con su afloración. La poesía en prosa muestra su radicalidad también ahí. El blanco de la página no es criterio gratuito al respecto. Así, si se ha hablado del mismo como del trasunto de lo desconocido, enfrentado al texto impreso, lo conocido, hemos de admitir que ambos, poema en prosa y poema en verso, ofrecen una voluntad de conocimiento ante a la abismática blancura del papel. La diferencia es más bien de grado: mientras el poema en verso articula su configuración frente al silencio, esto es, dialoga con él en singular alternancia devenida columna, el poema en prosa propone una manifestación radical de conocimiento, algo que ha venido signándolo como vehículo especialmente idóneo para protagonizar el dilema entre escritura y verdad, bien sea ésta autobiográfica, o metafísica. Esta propuesta radical de conocimiento, que tiene mucho que ver con la unidad oracional como patrón compositivo y que sólo en apariencia obedece con fidelidad a la polaridad sintagma frente a paradigma, prosa frente a verso, es la expresión última de desautomatización del sistema versal. Desautomatizar el poema para desentrañar la realidad.

 

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